jueves, 3 de febrero de 2011

El punto de partida de esta ruta en moto es uno de los lugares más fantásticos y sugerentes de toda España: Sos del Rey Católico. Una de esas localidades en las que merece la pena apearse de la moto y caminar, con las botas de cuero, aún en pleno verano, por sus empedradas calles medievales.
El pueblo, de visita inexcusable para cualquier viajero que se precie de tener buen gusto, reúne la infraestructura hotelera necesaria para hacer parada y fonda, vengamos de la parte de España de la que vengamos, y coger fuerzas para lanzarse al día siguiente a una jornada completísima en moto, donde cambiaremos súbitamente de paisajes y condiciones de conducción.

Desde Sos debemos coger la carretera que lleva a Pamplona y tomar rápidamente el primer desvío a la derecha, ése que a la par que nos introduce en carretera secundaria nos depara las vistas más impresionantes del enclave medieval mejor conservado de España. Esta carretera, la A-1601, nos conduce, sin demasiado tráfico, y tras pasar el puerto de Cuatro Caminos, al magnífico embalse de Yesa, de aguas turquesa, cuya sola vista parece refrescar al motero que no renuncia al cuero ni en pleno verano. Rodeando este pantano salimos a la nacional 240, que deberemos tomar en dirección a Navarra, para abandonarla de nuevo en breve por la A-137 en dirección a Roncal.

No muchos kilómetros más alla, notamos como empezamos a sumergirnos en el delicioso valle del Roncal, como puerta natural a Navarra, y nos encontramos en breve con su primera joya: Burgui, de estética y arquitectura ya pirenáica y con un precioso puente romano a cuya vera se anuncian casas particulares que ofrecen el famoso queso del citado valle. Nunca está de más hacerle un hueco en el escaso espacio destinado a nuestro equipaje.

Siguiendo el cauce del río Esca, observamos como se va angostando el valle a la par que la carretera gana en bravura y vistas panorámicas. En breve llegamos a Roncal, cabecera del valle y justo referente de arquitectura popular pirenáica, con sus peculiares chimeneas cilíndricas dispuestas en torno a la iglesia de San Esteban.

La estrecha carretera nos sigue regalando paisajes de gran belleza camino de Isaba, verdadero núcleo turístico del valle, donde reponen fuerzas los excursionistas, esquiadores y montañeros que son devotos de los picos más agrestes del Pirineo navarro. Esta colonización es, de hecho, la que aporta un toque cosmopolita a la población que mayor pujanza ha adquirido en los últimos años en todo el valle.

Sin haber salido aún del término municipal de Isaba hallamos el desvío a la derecha que nos conduce, serpenteante, a Uztarroz, la localidad más septentrional del valle, y mucho más auténtica que su populosa vecina. Delito imperdonable sería no tomar la senda que a pocos kilómetros de allí nos conduce directos a la foz de Mintxate, con cascada de belleza salvaje incluida.

La carretera, cuyas curvas continuas pueden llegar a obsesionar a quien no sea amante apasionado de las mismas, nos conduce, entre agrestes parajes, al valle contiguo de Salazar, donde una radiante Ochagavía nos da la bienvenida y nos seduce a almorzar en cualquiera de las casas de comidas, que, en torno al río, ofrecen acogedoras la menestra navarra y el cabrito salvaje de los pirineos.

Desde esta bella localidad deberemos tomar la carretera secundaria que en vertiginosa subida nos conduce a la Sierra de Abodi y a la Selva de Irati. Este hayedo legendario nos invita a perdernos en su masa boscosa hasta llegar a las casas de Irati, en pleno corazón verde y pirenáico, y aún más alla, por la senda que conduce hasta la abandonada Fábrica de Armas de Orbaitzeta.

A escasos kilómetros de allí volvemos a la carretera asfaltada, en Aribe, y seguimos por la Na-202 hasta contactar con el Camino de Santiago, en la inmediaciones de Burguete. Desde este pueblo medieval, paradigma de los «pueblos del camino», creados en torno al incesante pasar de peregrinos, continuamos en dirección a Pamplona otros 20 kilómetros hasta pasar el puerto de Erro y, en la antesala de Zubiri, tomamos el desvío a la derecha (N-138), que conduce hacia Francia.

Verdaderamente el paisaje ha tornado lo agreste por los relieves suaves y las formas redondeadas, propias del Pirineo Atlántico al que nos aproximamos. Sin divisar aún Francia, deberemos tener cuidado de no pasarnos la carretera local Na-172 que nos introduce en otro de esos bosques de los que siempre podrá presumir Navarra, y cuyos hayedos salvajes tornan su cromática en ocres inquietantes o verdes aromáticos según la epoca del año. Pero cuidado: se trata de una ruta muy poco transitada, en cuyas curvas ciegas se amonontonan capas de hojas caídas que hacen peligrosa la conducción alegre. Tampoco la belleza del entorno aconseja incrementar el ritmo.

La carretera gana en altura y, tras endiabladas curvas que pondrán a prueba nuestro equilibrio, accedemos por fin al valle de Baztán, destino final de esta ruta, y cuyas suaves colinas relajan el espiritu a la par que invitan a finalizar la jornada, en el animado sitio de Elizondo, capital del valle y con todos los servicios necesarios para el descanso merecido.

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