jueves, 31 de marzo de 2011

ANDALUCIA

Andalucía es una comunidad autónoma española compuesta por ocho provincias: Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla. Su capital es Sevilla y tiene la sede del Tribunal Superior de Justicia en Granada.

Es la comunidad autónoma más poblada (7.975.672 habitantes, en 2006) y la segunda más extensa, lo que unido a su historia y cultura le confiere un peso singular y decisivo en el conjunto de España. Andalucía se encuentra situada en el extremo suroccidental de Europa, limitando al sur con el estrecho de Gibraltar, el mar Mediterráneo y el peñón de Gibraltar, y al oeste con la República de Portugal y el océano Atlántico. Dentro de España, limita al norte con Extremadura y Castilla-La Mancha, al este con la Región de Murcia.

Andalucía es reconocida en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía de 2007 como una realidad nacional, algo que, según la Constitución española, la eleva como nacionalidad histórica. Sin embargo, en el articulado de su Estatuto de Autonomía, se define a Andalucía sólo como nacionalidad histórica al amparo de lo dispuesto en el artículo segundo de la Constitución española, que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las mismas. A pesar de esto, existen movimientos políticos y sociales que propugnan la entidad de Andalucía como nación, algo que en la actualidad no tiene correspondencia en ningún texto legal.


 HISTORIA DE ANDALUCÍA
La situación geográfica de Andalucía y su clima han favorecido que en esta Comunidad Autónoma estén representadas con gran riqueza todas las épocas históricas. 

Prehistoria
Las industrias líticas más arcaicas no superan los 700.000 años de antigüedad, correspondientes al Paleolítico Inferior y responden a la cultura material conocida como achelense. Los restos aparecen en Cullar-Baza I (Granada), El Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz) y Venta Micena (Granada). Andalucía estuvo densamente poblada durante el Paleolítico Medio, lo cual proporcionó un gran número de restos arqueológicos, que permiten a los investigadores trazar una secuencia completa de la cultura correspondiente a ese período: el musteriense. Hay que destacar los cuarenta niveles de la Cueva de la Carihuela (Piñar, Granada). Los más antiguos restos humanos fósiles encontrados en Andalucía pertenecen al género Homo Sapiens Neanderthalensis, correspondientes a la época del Pleistoceno Superior. Los yacimientos con hallazgos más importantes referentes a aquél son las canteras Forbes y Devil´s Tower (Gibraltar), la Cueva del Boquete de Zafarraya (Málaga) y la Cueva de la Carihuela (Piñar). En Andalucía esta especie sobrevivió más que en el resto de Europa, los fósiles más modernos se han fechado en el 24000 a.C. En el Paleolítico Superior se produjo una explotación del entorno más intensiva, se comenzaron a explotar recursos hasta entonces no utilizados. El género humano construyó en la región los primeros poblados semipermanentes y aparecieron las primeras cabañas. Los Neardenthalensis andaluces fueron sustituidos por los Homo Sapiens Sapiens, de una manera más o menos brusca. Los materiales correspondientes al Homo moderno pertenecen al auriñaciense, como se puede ver en las cuevas de La Pileta (Benaoján), Nerja y Cueva Ambrosio (Vélez Blanco). Andalucía fue una de las últimas regiones del Mediterráneo donde se desarrolló el Neolítico (aprox 4000 a.C.). La mayoría de los asentamientos tuvieron la particularidad de estar situados en cuevas. En Andalucía los lugares con más número de hallazgos están en las provincias costeras de Almería, Granada y Málaga, y la provincia cercana de Jaén. La Cueva de la Carihuela (Piñar, Granada), ha proporcionado una estratigrafía completa de la evolución del Neolítico en la Comunidad. A esta época perteneció una de las necrópolis más antigua encontrada, la Cueva de los Murciélagos (Abiñol). En la cueva hay una serie de enterramientos colectivos, cuyo ajuar consistía en objetos metálicos, abundante cerámica y objetos de cestería, lo que refleja los tipos de materiales que se usaron en ese período. En la Cueva de Nerja la presencia de silos con diversos tipos de cereal, fue la muestra de que los habitantes de esta zona realizaron un cultivo intensivo y selectivo. Aparte de la cultura neolítica de cuevas se pudo apreciar en el sudeste la aparición de una serie de poblados al aire libre, generalmente en altura. Así, en Almería estuvieron El Garcel, La Gerundia y Tres Cabezas, y en Granada, La Peña de los Gitanos, todos con cerámica de formas variadas, sílex geométrico y útiles pulimentados.
Los enterramientos andaluces en esta época se realizaban en fosas circulares rodeadas de piedras. El Megalitismo se puede definir como la corriente cultural que se caracterizó por la construcción de enterramientos colectivos bajo grandes y variados monumentos de piedra. Correspondió en Andalucía con las primeras manifestaciones de la metalurgia. En la Península una de los primeros focos de este fenómeno apareció en el sudeste. Donde se produjo una evolución continua desde las últimas fases del Neolítico al aire libre. Esto se produjo en lugares como el yacimiento de la Peña de los Gitanos (Granada). El megalitismo en Andalucía vino acompañado de un aumento de la población y un incremento del número de asentamientos. Aunque la mayoría de las cuevas continuaron ocupadas prefirieron los hábitats al aire libre. En Andalucía el Megalitismo estuvo representado por los grandes sepulcros de corredor y falsa cúpula denominados tholos. Muchos de estos sepulcros estaban asociados a poblados fortificados con grandes murallas y al aumento del uso de los metales. La primera etapa recibe el nombre de calcolítico, por el descubrimiento y trabajo del cobre. Al principio su uso fue escaso y tuvo poca repercusión. Los ajuares de las tumbas estaban compuestos por hachas planas, puñales triangulares y cinceles de producción simple. Paralelamente se produjo una transformación en el seno de las sociedades, además de una intensificación en la explotación del medio. Se empezó a usar el regadío, el abono y el arado, con lo cual aumentó la producción agrícola. Los asentamientos cambiaron su ubicación y aumentaron en su tamaño. La zona de Almería es el segundo lugar de Europa, después de los Balcanes donde apareció la metalurgia. A principios del III milenio a.C. en la denominada cultura de Los Millares aparecieron las primeras producciones metalúrgicas. Lo rudimentario de estas primeras fases hace pensar a los investigadores actuales en un desarrollo local, no como afirmaban otros en el influjo de una presencia colonizadora. El procesó debió ser facilitado por la riqueza minera de la zona. Esta cultura estuvo representada en Almería en lugares como Los Millares, Almizaraque, Cerro de las Canteras, etc.; y en Granada estaban Virgen del Orce, El Malagón, etc. Son yacimientos con viviendas circulares, con zócalo de piedra y sobre todo con grandes murallas que rodean todo su perímetro. Entre todos destaca el de Los Millares (Santa Fe de Mondújar). Su extensión sobrepasa las 4 ha, que pudieron albergar más de 1.000 habitantes. En las proximidades se encuentran diez fortines desde los que se controla todo el lugar. Las diferencias en el ajuar de estas tumbas colectivas muestran que existió una desigual distribución de la riqueza y una sociedad jerarquizada. En la Edad del Bronce, con una tecnología metalúrgica mucho más perfeccionada, donde fueron ganando en importancia los objetos metálicos, surgió la cultura de El Argar. Recibe el nombre del yacimiento de Almería de ese mismo nombre. Este fenómeno se extendió por Jaén y Granada. Los últimos estudios parecen observar una cierta continuidad desde la cultura de Los Millares. Algunos yacimientos como Almizaraque no se abandonan, pero a la vez surgieron nuevos asentamientos. La mayoría se situaron en lugares altos y estratégicos desde los cuales se controlaba todo el entorno. Los sepulcros se situaban debajo de las viviendas y son siempre individuales. El ajuar también habla de que aquí existió una desigualdad en la distribución de la riqueza. En torno al año 1400 a.C. se produjo el colapso de esta cultura, con el abandono de asentamientos, lo que se debió al agotamiento de las tierras y de los recursos minerales. Durante el Bronce Medio y Final surgió el denominado Bronce del Suroeste, situado en la provincia de Huelva. Esta manifestación cultural estaba incluida en el fenómeno que dominaba todo el Atlántico de Europa, el Bronce Atlántico, que se caracterizaba por el comercio de grandes cantidades de objetos de bronce entre los pueblos de ese entorno, como muestran hallazgos como el depósito de la Ría de Huelva.
A partir de la Edad del Hierro se empezó a producir en las costas andaluzas presencia de carácter colonizador de pueblos mediterráneos, con el caso destacado de los fenicios. Esta presencia quedó reflejada en las fuentes clásicas (Pomponio Mela, Plinio, Estrabón). En sus obras, estos autores da una fecha en torno al 1100 a.C. como inicio de la presencia fenicia en la Península. Sin embargo, las recientes excavaciones no confirman esa fecha. Los restos más antiguos corresponden al yacimiento de Morro de Mezquitilla (Málaga) y corresponderían al siglo IX a.C., aunque no hay que descartar la posibilidad de contactos anteriores al establecimiento definitivo de los navegantes fenicios. Hacia el año 800 a.C. fue cuando los fenicios empezaron a establecerse de forma permanente en Andalucía, situándose a ambos lados del estrecho de Gibraltar. Los asentamientos tuvieron su origen en la demanda de plata, estaño y otros metales. Las relaciones con los indígenas quedaron demostradas por los restos de origen fenicios encontrados en yacimientos de población local. Los primeros materiales en Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María), yacimiento indígena, son de una fecha en torno al 750 a.C. Las excavaciones parecen muestran dos núcleos diferenciados en las factorías fenicias. Uno sería el de la Baja Andalucía, donde Gades (la actual Cádiz) sería el eje central. Según las fuentes clásicas, desde su Templo de Melqart (posteriormente identificado con Hércules) se controlaba todo el comercio de Andalucía. El otro núcleo está representado por los asentamientos del litoral Mediterráneo andaluz, donde destacan Sexi (Almuñecar), Abdera (Adra), Malaka (Málaga), Toscanos y Villaricos. En torno al 550 a.C. se produjo la pérdida de la influencia oriental y aumentó la presencia de material de origen cartaginés. Paralelamente a este proceso la población se agrupó dando a lugar a grandes ciudades como Málaga, Cádiz, Almuñecar o Villaricos. Desde estos asentamientos los fenicios, con sus relaciones comerciales, modificaron la estructuras sociales y los hábitos de los pobladores autóctonos de Andalucía. Es lo que ha dado en llamarse período orientalizante, caracterizado por la presencia de materiales de factura oriental. En Andalucía oriental coincidiría con lo que las fuentes griegas llamaron Tarteso. Esos textos hablaron de la existencia de un reino centralizado relativamente extenso, que coincidiría aproximadamente con la Andalucía actual, regido por una monarquía cuya capital situaban en los alrededores de la desembocadura del Guadalquivir. El rey gobernaría sobre una sociedad dividida en siete grupos sociales, los cuales habían conseguido un alto de nivel de civilización, que vino acompañado del desarrollo de la escritura. Había habido dos dinastías en Tarteso. Una mítica formada por Gerión, Nórax, Gárgoris y Habis; la otra histórica cuyo único representante conocido fue Argantonio. Los restos arqueológicos de momento no han descubierto una sociedad tan avanzada como dijeron los autores clásicos. Su capital se ha solido identificar con el yacimiento del período orientalizante de Huelva. La presencia de las plantas cuadrangulares, la cerámica a torno y el uso de instrumentos metálicos indica que se produjo la transición hacia formas complejas de organización social. Estas diferencias quedaban de manifiesto en las necrópolis con grupos de tumbas con mayor riqueza, como se ve en La Joya, probablemente debido al comercio con los fenicios, que se llevaban a cambio las riquezas metalíferas como las procedentes de Río Tinto (Huelva). Hacia mediados del siglo VI a.C. se produjo una decadencia en el ámbito de Tarteso. Generalmente se atribuyó esa destrucción a la presencia cartaginesa, pero probablemente se debió al agotamiento de los yacimientos de metal. El comercio con los griegos quedó atestiguado con la presencia en Huelva de materiales griegos a finales del siglo VII a.C. Los turdetanos fueron los sucesores directos de los tartésicos, incluidos en el entorno de la cultura ibérica. Su economía era eminentemente agrícola, aunque continuaron con la producción minera en lugares como Cástulo (Linares). Según las fuentes existían una serie de jefezuelos que apenas controlaban uno o dos de los núcleos. Los asentamientos se concentraron principalmente en la zona de Córdoba y Jaén, donde destacan La Bobadilla, Casillas de Martos, Almedinilla y Porcuna, sin olvidar los yacimientos de la Alta Andalucía donde apareció la Dama de Baza.

Edad Antigua

Dos relatos cartagineses, sobre los periplos de Hannón e Himilcón, fueron ejemplos indudables del control que ese pueblo ejerció sobre el comercio procedente de las factorías fenicias de las costas andaluzas en el siglo V a.C. La supremacía la consiguió con la superioridad naval y a través de pactos, tratados y alianzas. Parece ser que no se produjo una ocupación militar de la Península, aunque algunas fuentes (Livio) nos hablan de episodios militares de Cartago en Andalucía. Lo que parece más atestiguado es el envío de población hacia las factorías fenicias, como muestra la necrópolis mixta de Villaricos. El general Amílcar desembarcó en Gades en el 237 a.C. Con lo que comienza el dominio militar de los cartagineses. Su misión es someter a los pueblos locales andaluces. Las operaciones se desarrollan a lo largo del Guadalquivir. Su objetivo parecen ser las minas de plata de Cástulo. Amílcar tuvo que librar muchos encuentros con las poblaciones indígenas hasta conseguir su sometimiento. Su política hacia ellos fue de dura represión. El control de Andalucía trajo consigo el dominio de los centros productores de minerales y de la sal. A su muerte en el 226 a.C. le sucedió en el mando su yerno Asdrúbal, que cambió la política hacia la población entablando lazos de amistad con los jefes de las comunidades. Para ello utilizó la figura de la fides ibérica, en la cual se juraba fidelidad a un jefe hasta la muerte. En el 222 a.C. le sucede Aníbal que continuó con su política, como mostró el hecho de que se casó con la hija de un régulo indígena de la región de Cástulo.

En el 216 a.C. los romanos, con su general Escipión, hicieron su aparición en Andalucía, en el norte del Guadalquivir. La situación de los campos de batalla de Fliturgi (Mengíbar), Munda (Montilla) y Cástulo mostraron que se trató de una lucha por controlar el Medio y el Bajo Guadalquivir. En el 211 a.C. los romanos fueron expulsados desde Cástulo hacia el norte. A partir del 209 a.C. Escipión inició la definitiva conquista del valle del Guadalquivir hasta Cádiz. Fue tomando, entre otras, sucesivamente Baecula (Bailén), Ilipa (Alcalá del Río) y Carmo (Carmona). En el año 206 a.C. la ciudad fenicia de Gades (Cádiz), el último reducto de resistencia cartaginesa en Andalucía, se entrega a los romanos. Todo el territorio de Andalucía quedó bajo la autoridad romana, que exigió tributos y rehenes a la mayoría de las poblaciones. Las comunidades pudieron mantener en esta etapa sus costumbres y cultos locales. Algunas ciudades recibieron el estatuto de federadas por su cooperación en la guerra, como fue el caso de Malaka (Málaga). Nada más terminar la guerra, Escipión fundó en el 206 a.C. la primera ciudad romana en Hispania, Itálica (Santiponce).

Roma trató de tomar medidas para adecuar el territorio a su propio modelo. El territorio conquistado por Roma en la Península fue dividido en dos provincias en el 197 a.C. Todo el territorio de Andalucía fue incluido en la Ulterior. Al frente estaba un gobernador provincial con rango de Praetor, al cual se le concedió el mando de una legión. La región en los primeros años sufrió una serie de rebeliones, como la de los régulos turdetanos Culchas y Luxinio, que fueron duramente reprimidas. A partir de entonces, Andalucía no cuestionaría la ocupación romana. Sin embargo las bandas lusitanas realizaron ataques en busca de botín en el territorio, en el 154 a.C. sufrieron sus ataques Cádiz y Almuñécar. En el 152 a.C. la capital de la Ulterior se trasladó a Corduba (Córdoba), fundada por Claudio Marcelo, que ya sería capital durante el resto de la República. Roma potenció las ciudades anteriormente existentes y creó otras nuevas, fundando colonias como Carteia en 171 a.C. Sertorio se sublevó en el año 77 a.C. contra el régimen republicano. El general obtuvo importantes victorias sobre el gobernador de la Ulterior, como la de Ucubi (Espejo), sin embargo la Andalucía apoyó al general Metelo. César fue nombrado Cuestor de la Ulterior en el año 69 a.C. y Praetor en el año 61 a.C. Esto trajo a tierras andaluzas las Guerras Pompeyanas. El 49 a.C. Pompeyo controlaba la Ulterior, pero el legado de Pompeyo tuvo que entregar la región a César con sus dos legiones. Este volvió a perderla, pero el ejército pompeyano fue derrotado definitivamente en suelo andaluz: batalla de Munda (Montilla). En el año 27 a.C. Augusto realizó una reforma administrativa. Dividió en tres provincias Hispania. Una de ellas recibió el nombre de Betica. Limitaba al oeste y norte con el río Anas (Guadiana) y los límites por el este eran los mismos de la Ulterior. A finales de su gobierno Augusto separó de la Bética para unirla a la Tarraconensis parte de los territorios del este andaluz: Cástulo con sus minas y las zonas de los alrededores de Tugi y Acci. El gobernador de la Bética tenía grado de procónsul, y la provincia quedó supeditada a la autoridad del senado. La seguridad de la región se tuvo que asignar a tropas ciudadanas locales, pues no se le asignó ninguna legión. La provincia se dividía en cuatro conventus, que llevaban el nombre de las capitales de los mismos: Gades, Corduba, Hispalis y Astigi. Estas unidades tenían la función de administrar justicia, recaudar impuestos, y el reclutamiento de las tropas. En la Bética, según Estrabón, había 200 ciudades, lugares donde se levantaron edificios públicos, donde destacaron el teatro de Acinippo (Ronda), los tetrástilos de Málaga y Cádiz y el templo de Abdera. La arqueología confirma que las explotaciones mineras de la provincia se encontraban en pleno rendimiento. La plata y el cobre se extraían de las minas de Río Tinto, Mina Marina, Mina Antoniana y Mina Samariense. Estrabón hablaba de que numerosas naves traían y llevaban productos de toda clase de productos andaluces desde la Bética. Esta región fue una de las provincias del Imperio con mayor densidad de población. La llegada de la dinastía Flavia al poder tras la crisis del 67-68 d.C., supuso el auge de las oligarquías hispanorromanas. Aquellos colocaron en cargos de responsabilidades a un alto número de personajes procedentes de la Bética, este fue el caso de verdaderas sagas familiares como los Ulpios y los Aelios de Itálica. Vespasiano concede a todas las ciudades el derecho latino. Del reinado de Domiciano conservamos las leyes en bronce de dos ciudades andaluzas que obtuvieron la categoría de municipio durante su reinado: Malaca y Salpensa. La culminación del ascenso de los béticos estuvo con Trajano, nacido en Itálica, que llegó a ser el primer emperador de provincias. Él fue el encargado de la reconstrucción de las ciudades de Corduba, Carmo y Astigi.

Su sucesor fue el también itálico Adriano, que reconstruyó totalmente su ciudad natal. Promulgó una ley olivarera, el principal cultivo de la Andalucía romana, que muestra una organización fiscal que estaba encargada de la exportación del aceite a Roma y las provincias. Se tienen noticias de una invasión mora en el 172 d.C., en época de Marco Aurelio. La inseguridad hizo que la provincia pasar a control del Emperador. Las luchas del siglo III no afectaron demasiado a la provincia, aunque se aprecia un descenso en el número de habitantes de las ciudades. Con la reestructuración de Diocleciano los límites de la Bética no se modificaron, pero se incluyó en la Diocesis Hispaniarum. Algunos autores colocan la capital de la Diócesis en Hispalis (Sevilla). También con Diocleciano aparecieron las primeras menciones a comunidades cristianas en Andalucía, sufrieron el martirio Justa y Rufina en Sevilla y Acislo y Zoilo en Córdoba. En el 305 d.C. se reunieron en Elvira (Granada) los obispos de las iglesias de Hispania. Existieron obispos en la Bética en ciudades como Corduba, Egabrum (Cabra), Malaca e Hispalis. La crisis provocada por las invasiones y la desorganización civil reforzó el poder de los obispos de estas ciudades. A partir del 313 hay escisiones en la Iglesia de la Bética, en ella hubo obispos arrianos como Gregorio de Elvira y de Córdoba es Osio que jugó un importante papel en contra del arrianismo.

Guerras civiles romanas en Hispania

En el siglo V d.C. se rompió el equilibrio entre las ciudades y el campo. Los grandes latifundios se fueron constituyendo en entidades autónomas. Estas propiedades tenían sus propios talleres, que les proporcionaban todo lo que necesitaban y sus propias bandas armadas. Las relaciones sociales pasaron a ser la de cliente-patrono. La situación se agravó en el 409, con el traslado de las luchas imperiales al territorio de Hispania y la llegada de los pueblos bárbaros a la Bética. Los vándalos silingos efectuaban continuas expediciones de rapiña en la provincia enfrentándose con las tropas hispanorromanas, llegaron a ocupar Hispalis, hasta que fueron expulsados por tropas visigodas, que habían firmado un tratado de defensa con el Imperio. Las luchas que sostuvieron los vándalos asdingos y suevos, condujeron a los primeros a trasladarse a la Bética. Su entrada se produjo en el 419 y estuvieron manteniendo continuamente contiendas con las tropas locales, hasta que en el 429 abandonaron Andalucía con destino a África. Amalarico libró a toda la región del pago de tributos a Italia. La dominación militar visigoda de Andalucía fue conseguida bajo el reinado de Teudis. Éste trató de controlar la costa sur andaluza para evitar las posibles invasiones, cosa que le impidieron los bizantino. La capital del reino Visigodo se trasladó a Hispalis. La presencia de los visigodos no fue muy bien vista por la élite hispanorromana que todavía controlaba la administración, por lo que se produjeron numerosas sublevaciones. Cuando surgió un enfrentamiento por el trono entre Agila y Atanagildo, la nobleza hispanorromana de la Bética se puso de parte del último, el cual tuvo que pedir ayuda a Bizancio.

Atanagildo se hizo con el trono derrotando a su rival en las cercanías de Hispalis, luego tuvo que enfrentarse con sus aliados bizantinos que estaban conquistando la costa andaluza, cosa que finalmente estos consiguieron. La presencia bizantina en Andalucía del 554 al 624 fue una de las principales preocupaciones de los visigodos. Con el traslado de la capital a Emerita Augusta, la Bética perdió momentáneamente su peso político, recobrada cuando Leovigildo inició la conquista de las plazas en poder de los bizantinos. Entre el 570 y el 572 tomó lugares como: Baza o Medina-Sidonia y eliminó el foco de rebelde de Córdoba. El Rey entregó una serie de territorios en la Bética a su hijo Hermenegildo, el cual se convirtió al catolicismo, los visigodos eran arrianos, y se hizo proclamar rey en Hispalis. Sus principales centros de apoyo fueron esta ciudad y de nuevo Córdoba. Leovigildo consiguió derrotar definitivamente a su hijo en el 584. Durante el reinado de Sisebuto surgió la figura de Isidoro de Sevilla, que es el fiel reflejo de la política cultural romanizante que llevó su soberano. Fue el rey Suintila el que consigue echar definitivamente a los bizantinos de Andalucía en el 621.

Edad Media
Las continuas luchas de los visigodos trajo a los musulmanas a la región. En el 711 el gobernador de Tánger, Musa, desembarcó en Gibraltar. Acompañado de 18.000 árabes y beréberes, tomó las principales ciudades de Andalucía, y estableció la sede del gobernador en Sevilla. Andalucía quedó constituida en el centro de la provincia de Al-Andalus, sometida al califa de Damasco. La excesiva independencia inicial de la administración trajo un continuo cambio de cargos administrativos, además obligó al traslado de la capital a Córdoba. Los conquistadores árabes no poseían la capacidad necesaria para realizar un política de poblamiento, por lo que su principal labor fue el ordenamiento de las tierras y la fiscalidad, a la vez que exigían la arabización de la población sometida. Los árabes se instalaron por toda Andalucía, especialmente entorno al Guadalquivir y la costa andaluza. Mientras que los beréberes se instalaron en las serranías de Ronda, Málaga y en Sierra Nevada. Abd Al-Rahman I en su huida de la derrota omeya llegó a suelo andaluz, concretamente a Almuñécar, en el año 755. Supo aprovechar las disensiones internas de la población y a él se le unieron los beréberes, yemeníes y yundíes. Su primera acción fue conquistar Sevilla y de allí pasó a Córdoba, donde la población le proclamó emir. El nuevo emirato quedó dividido en circunscripciones o coras, cuyas capitales se situaron en ciudades de cierta importancia como Cabra, Granada, Jaén, Sevilla, Carmona y Écija. Durante el gobierno de Al-Hakam I se produjo la revuelta del Arrabal en la ciudad de Córdoba, que fue apagada con excesiva dureza. De nuevo con su nieto, Abd Al-Rahman II, tuvo que enfrentarse con la oposición mozárabe en la misma ciudad, a la vez que tuvo que rechazar a los normandos que habían desembarcado en el litoral de Sevilla. El poder a finales del siglo IX sufrió un proceso descentralizador, debido al resurgimiento de los enfrentamientos en suelo Andalucía entre los beréberes y los árabes. Los indígenas, que se quejaban de la discriminación, se sublevaron bajo el mando de Ibn Hafsun, que llegó a convertirse al cristianismo. La revuelta se extendió rápidamente en las zonas rurales de Málaga y la zona montañosa situada entre el mar y el valle del Guadalquivir. Paralelamente una serie de ciudades se fueron independizando, este fue el caso de Granada y Sevilla. La unificación de Andalucía bajo un mismo gobierno se vuelve a producir con Abd Al-Rahman III, que a su vez se atribuyó por primera vez el título de califa y príncipe de los creyentes. Su labor constructora, engrandeció todavía más la ciudad de Córdoba; a él se debe una de las ampliaciones y el minarete de la gran mezquita, además de la construcción al pie de la sierra cordobesa de la ciudad de Medina Azahara, a donde trasladó el gobierno en el año 945. Al-Mansur se hizo con el poder aprovechando la flaqueza de Hissan II. Su política consistió en liberar a los andalusíes del servicio militar a cambio de una subida de impuestos, compensado todo con la creación de un ejército de mercenarios. Este ejército tenía como base Andalucía, de la cual partía para realizar expediciones de saqueo por toda la Península. Tras la desaparición del hijo mayor de Al-Mansur, que heredó el cargo, Andalucía se sumió en el caos. Los miembros del ejército formado por Al-Mansur, en su mayoría beréberes procedentes del norte de África, se convirtieron en un factor determinante en la política de la región. A la vez que la dinastía Omeya se sublevaba al haber sido apartada del poder, la sublevación de la ciudad de Córdoba estuvo auspiciada por esta familia. El califato se convirtió entonces en centro de continuas luchas entre los diferentes grupos étnicos que formaban la sociedad musulmana. La unidad dio paso en territorio andaluz a la formación de una serie de estados pequeños y de existencia efímera, donde en la mayoría gobernaban la facción beréber. Estos pequeños principados, conocidos como reinos de taifas, variaron continuamente en su número y tamaño; aunque destacaron los andaluces que tenían como capital Albarracín, Almería, Carmona, Huelva, Granada, Ronda y Sevilla. Ésta fue la gran taifa dominante que iría aumentando su tamaño a costa de las demás, tan sólo frenada por la de Granada. Sevilla, en colaboración con otras taifas, se vio obligado a acudir a los almorávides africanos tras la caída de Toledo en el año 1085. El impulso conquistador de los cristianos fue frenado por el emir magrebí Yusuf ibn Tas Fun, en la batalla de Zalaca. El emir regreso en 1089 con la intención de conquistar las taifas y hacerse con el control de Andalucía, labor que culminó con éxito dos años más tarde. La imposibilidad de los almorávides de mantener tropas a la vez en el norte de África y en Andalucía permitió a Alfonso I llegar a saquear todo el sur andaluz. El declinar del poder almorávide produjo de nuevo el surgimiento del fenómeno de los reinos de taifas con capitales en Almería, Córdoba, Granada, Guadix, Jaén, Málaga y Sevilla. La discrepancia del gobierno almorávide se vio reflejada en una serie de movimientos de tipo religioso, entre los cuales destacó el grupo de los almohades, que consiguieron hacerse con el poder. Su política se basaba en un programa de carácter regenerador y espiritualmente puritano. Su presencia se hizo notar en Andalucía desde el verano de 1146. La situación de inestabilidad fue aprovechada por los cristianos que conquistaron Almería en el 1147. Surgió un líder local Ibn Mardinis que sublevó Jaén, Baeza, Guadix, Carmona, Écija y Granada. Mientras, los almohades iban conquistando los reinos con lentitud, Sevilla (1147) y Córdoba (1149), pudieron reconquistar Almería en 1157, sin embargo, la revuelta de Ibn Mardin no fue sofocada hasta 1172. Los almohades prosiguieron y desarrollaron la labor de sus predecesores en suelo andaluz, Córdoba siguió siendo el centro de la cultura, a la vez que Sevilla se convirtió en el centro de residencia de los líderes almohades. Durante el reinado del cuarto califa almohade Al-Nassir se produjo la entrada de los cristianos en Andalucía. Las tropas establecidas en Sierra Morena fueron derrotadas, en las Navas de Tolosa (1212), por la alianza que formaron las fuerzas de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho de Navarra.

El imperio almohade andaluz fue disgregándose en los años siguientes, dando paso al período de los terceros reinos de taifas. Este hecho fue aprovechado por los cristianos. Las poblaciones de ciudades como Sevilla eran continuamente diezmadas por las incursiones de los castellanos. Fernando III se lanzó a la conquista del valle del Guadalquivir, así fue conquistada Córdoba en 1236. Sobre todos los reinos de taifas andaluces destacó el gobernado por la dinastía fundada por Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasir. Éste se proclamó emir en su ciudad natal, Porcuna, de allí conquistó Jaén. En 1237 consiguió ser reconocido en Granada, desde donde se anexionó Almería y Málaga. Se vio obligado a entregar a Fernando III la ciudad de Jaén (1246), pero consiguió frenar la acometida cristiana al declararse vasallo del soberano castellano. El ejército granadino fue decisivo con su ayuda para la conquista de ciudades andaluzas como Sevilla, Jerez y Niebla. Granada fue el último reducto en Andalucía de la presencia musulmana, una permanencia que siempre tuvo que mantenerse en una situación de equilibrio basada en la política exterior. Los granadinos tuvieron que recurrir a los benimerines, los cuales mantuvieron tropas en Andalucía en plazas como Algeciras, Gibraltar y Ronda. Los benimerines trataron de frenar a los castellanos en su conquista de la zona del Campo de Gibraltar, pero fueron derrotados en la batalla del Salado en 1340. Algeciras fue conquistada por Alfonso XI en 1344. Mientras, en la zona de Andalucía conquistada por los castellanos comenzaron a formarse grandes latifundios y comenzó una política de castellanización del territorio, en las ciudades donde la población había resistido se expulsó a los musulmanes. Con la repoblación se trató de premiar a los que habían participado militarmente en la reconquista de Andalucía. A mediados del siglo XIV se inició un período de paz, que en Granada se reflejó en la construcción de la Alhambra.

Sin embargo, a finales de ese siglo se comenzaron por ambos bandos una serie de expediciones con el fin de tomar botín al contrario. A principios del siglo XV, los castellanos reiniciaron la conquista, que se vio facilitada por las disensiones sucesorias en el reino de Granada. Enrique IV conquistó Gibraltar y Archidona en 1462. Durante el reinado de Abu Al-Hasan, se frenó las conquistas castellanas, a la vez que llegó a realizar algunas incursiones en tierras castellanas. La familia más poderosa del reino de Granada, los Abencerrajes, destituyeron al sultán y pusieron en el trono a su hijo Boabdil en 1482. Este hecho fue aprovechado por los Reyes Católicos, que fueron tomando poco a poco todo el territorio granadino: Ronda cayó en 1485, Málaga en 1487, Baza en 1489, el mismo año se entregaban Almería y Guadix, finalmente Granada capituló en 1492. En el tratado donde se establecieron las capitulaciones permitió a los granadinos y mudéjares andaluces conservar sus costumbres y propiedades.
Edad Moderna
Los Reyes Católicos demostraron desde el principio de su reinado un especial interés por Andalucía. La conquista de Granada les permitió crear nuevos feudos a beneficio de la nobleza. El confesor de la reina Fray Hernando de Talavera fue el encargado de la política de conversión por medios pacíficos de los musulmanes andaluces. En Granada los reyes firmaron el 31 de marzo de 1492 el edicto de expulsión de los judíos. Tanto la conquista de Canarias como la de América partieron de Andalucía. La región va a proporcionar a Colón numerosos barcos y elementos colonizadores. El enrolamiento en un barco resultó una de las formas de emigración en un intento de salir de la pobreza, que comenzaba a ser crónica para los habitantes andaluces. La vinculación con América quedó afianzada con la elección de Sevilla como puerto único y con la fundación de la Casa de Contratación. El cardenal Cisneros a finales de 1499 inició una campaña para la conversión forzosa de los musulmanes andaluces, esto desencadenó la sublevación del barrio granadino del Albaicín. La revuelta se extendió por el territorio que había ocupado el antiguo reino nazarí. La revuelta teñida de carácter social y fiscal rechazaba las conversiones. La represión fue acompañada de conversiones masivas, con lo que Cisneros hizo triunfar su política y se promulgó el decreto de bautismo o expulsión. Las ciudades andaluzas reconocieron al rey Carlos I. Granada, Córdoba, Jaén y Sevilla, firman en esta última en el año 1521 un compromiso de lealtad hacia el soberano. Uno de los principales problemas durante este período lo constituyeron los piratas berberiscos que atacaban las ciudades de la costa andaluza. En 1566 expiró uno de los últimos plazos para que los moriscos de Granada asimilaran correctamente el cristianismo.

Los habitantes de Las Alpujarras se sublevaron en 1568, y sólo con medidas drásticas como la dispersión de 75.000 moriscos andaluces por toda Castilla se pudo acabar con la situación. En 1609 se produjo la expulsión definitiva de los moriscos, se embarcaron en Sevilla, desde donde partieron los 68.000 expulsados de Andalucía. Los Austrias eligieron a Granada como sede de una de las chancillerías, instituciones encargadas de impartir justicia. Las costas andaluces se vieron perjudicadas por el enfrentamiento continuo con los ingleses, Cádiz fue saqueada en 1596 y 1625. El sistema de señoríos puso en manos de las nobles la mayoría de las tierras. Como consecuencia del enfrentamiento surgidos entre estos nobles y el estado central, se formó una conspiración en 1641 de índole separatista en Andalucía, al frente del cual estaban el Duque de Medina Sidonia y el Marques de Ayamonte. En el período 1647-1651 se cebaron en Andalucía la peste, que causó solamente en Sevilla 60.000 muertos, y una época de sequía y malas cosechas. El hambre y los precios excesivos hicieron surgir revueltas de índole popular en localidades como: Córdoba, Sevilla y Osuna, que fueron duramente reprimidas. La situación de pobreza se fue incrementando paralelamente al aumento del tamaño de los latifundios, como demuestra el hecho que en las estadísticas de la época sólo hubiera un 20% de campesinos propietarios. En el siglo XVIII sólo se cultivaba una parte del suelo y con una técnica bastante primitiva, que obtenía escasos rendimientos. El hambre se hizo endémica en Andalucía, durante la hambruna de 1709 se vivieron escenas bastantes duras con la gente obligada a comer en Sevilla raíces y frutos silvestres.

A lo largo del siglo XVIII la región fue foco de bandolerismo y contrabando, este último se desarrolló alrededor del tabaco. Andalucía, durante la Guerra de Sucesión, se mostró partidaria de Felipe V. Los puertos andaluces consiguieron frenar la invasión de los aliados de la Gran Alianza, pero no pudieron evitar la pérdida de Gibraltar a manos de los ingleses en 1704. Desde 1680 Cádiz había ido sustituyendo a Sevilla como puerto comercial con América, lo cual se vio refrendado oficialmente con el traslado de la Casa de Contratación en 1717. Como premio a la fidelidad andaluza la corte de los borbones se estableció en Sevilla del año 1724 al 1733. Desde 1760, Andalucía sufrió los efectos de una pertinaz sequía, lo que llevó a las masas andaluzas a sumarse a los movimientos que en 1766 tuvieron lugar, conocidos como el Motín de Esquilache. Las revueltas tuvieron especial virulencia donde la pobreza y el hambre eran más fuertes: Cádiz, Baza, Andújar, Ronda y sobre todo Sevilla. El Gobierno, que había nombrado a Olavide gobernador de Andalucía, inició un proceso colonizador en las campiñas de Córdoba, Sevilla y en Sierra Morena, con la que se pretendía solucionar los problemas sociales y el bandolerismo. Se reclutaron 6.000 colonos alemanes que comenzaron a llegar en 1767, estos se establecieron en poblados como La Carolina, Santa Elena y Guarromán. Otra medida adoptada para solucionar los problemas de orden público fue la creación en 1776 de la Compañía de Escopeteros Voluntarios de Andalucía, que actuaron como fuerzas de orden público.

Las influencias de la Revolución Francesa llegaron a Andalucía a través de Cádiz, donde existía una casa social francesa que actuó como centro distribuidor de propaganda. El enfrentamiento de España con la Francia revolucionaría primero, y con Inglaterra después hundió el comercio andaluz con América. El golpe decisivo a la economía vino con la derrota en Trafalgar (1805) de la escuadra franco-española.

En marzo de 1808 la presencia militar francesa se hace efectiva en Andalucía. Sevilla fue la primera capital que se sumó al alzamiento contra los franceses, donde se constituyó una Junta Suprema. Las juntas locales se extendieron por todo el territorio: Jerez, Ronda Carmona y finalmente Cádiz. El ejército del general Castaños, acantonado en Andalucía, constituyó un apoyo importante para expulsar a los franceses, que fueron derrotados en la batalla de Bailén. La llegada de Napoleón hizo que la Junta Central se trasladara a Sevilla. A pesar de la tenaz resistencia las tropas franceses ocuparon toda Andalucía, salvo Cádiz, que soportó un asedio ininterrumpido que duró dos años y medio. Se convocaron en 1810 Cortes Generales en Cádiz, allí el 19 de marzo de 1812 se promulgó la Constitución de la monarquía española (véase Constitucionalismo español). En Andalucía la nobleza terrateniente vio con buenos ojos la reacción absolutista de Fernando VII. A pesar de ello, el inicio de la reacción contra el absolutismo tuvo su origen en la ciudad que vio nacer la Constitución.

El destacamento destinado a la guerra colonial se sublevó cuando iba a ser embarcado al mando de Riego, el movimiento desde Andalucía se propagó por toda España. Con la entrada de la Santa Alianza a restituir al rey en su trono las Cortes se trasladaron a Sevilla. Los franceses rápidamente se hicieron con el control de toda Andalucía. Es en Jerez de la Frontera donde Fernando VII firma el decreto que inauguró la Década Ominosa. Gibraltar se convirtió en el lugar de refugio de los liberales, que desde allí emprendieron numerosos intentos de desembarco en la costas andaluzas con el fin de acabar con el absolutismo. Numeroso andaluces fueron fusilados por su apoyo al liberalismo, los casos más conocidos fueron los de Mariana Pineda y Torrijos. En el año 1833 se estableció la división administrativa que todavía rige en Andalucía. Las juntas revolucionarias andaluzas que surgieron en 1835 apoyaron la causa de Isabel II. Éstas crearon un órgano central en Andújar, que algunos autores consideran como el primer órgano de gobierno andaluz. La desamortización de Mendizábal tuvo como resultado que los grandes propietarios andaluces aumentaran sus posesiones, con lo que reforzaron sus posiciones de supremacía en la sociedad andaluza. Los latifundistas lideraron en Andalucía una insurrección armada que puso fin al gobierno progresista. Junto a estos propietarios, que vieron crecer sus beneficios, en la región se iban asentando los movimientos políticos y sociales que actuaron como oposición al sistema. Desde 1856 los movimientos revolucionarios tuvieron siempre un programa teñido de fuerte reivindicación social, como demuestran las sublevaciones en Sevilla y Loja. La hostilidad se fue incrementando en la población cada vez más empobrecida, que culminó con La Gloriosa en 1868. Este movimiento surgió en Cádiz y acabó con el reinado de Isabel II. Tras la desaparición de la monarca las Juntas Provinciales Revolucionarias andaluzas se negaron a disolverse, con el consiguiente enfrentamiento con el ejército. Estos levantamientos tenían carácter republicano. Los campesinos comenzaron a ocupar las tierras, por lo cual los burgueses se desentendieron del movimiento. Las elecciones, convocadas por el sistema de sufragio universal, dieron en Andalucía el triunfo a los republicanos. Éstos se erigieron en los líderes de la sublevación, que se extendió por toda Andalucía, en la que se alzó como un clamor la exigencia del reparto de tierras. La revuelta fue sofocada tras la toma de los centros principales: Cádiz, Córdoba, Sevilla y Málaga. Una vez que se proclamó la República se declararon cantones independientes Sevilla, Granada, Málaga, Córdoba y Cádiz. Todos se fueron entregando pacíficamente salvo Sevilla y Cádiz, que fueron tomados por la fuerza. Durante la República se asentaron las organizaciones proletarias. La Asociación Internacional de Trabajadores tenía 47 asociaciones en Andalucía en 1870. En 1881 se estableció en Andalucía una sección de la Federación de Trabajadores de la Región Española. La grave situación económica por la que pasaba la clase obrera a causa de la crisis agrícola hace que funcione una solidaridad de clase entre los proletarios andaluces. La plaga de la filoxera entre 1879 y 1883 afectó de forma considerable a los campesinos. Los gobiernos municipales andaluces eran gobernados por los conservadores durante la Restauración, quedaban tan sólo núcleos de liberales en la costa y en los centros mineros. Sin embargo los votos se vieron afectados por el fenómeno del caciquismo, sistema que respondía a las clientelas y grupos de presión. Los movimientos de corte revolucionario fueron incrementando su número e importancia, a la vez que aumentaron la violencia de sus acciones. Los anarquistas comenzaron a cobrar un papel preponderante en estas protestas, como mostraron el fenómeno de La Mano Negra y la sublevación de 1892 en Jerez. Mientras, en los ámbitos de la intelectualidad comienza a surgir el movimiento regionalista andaluz, que en 1883 elaboró un proyecto de constitución federal para Andalucía.
Edad Contemporánea
Los primeros años del siglo XX fueron de ambiente prerrevolucionario, se producían numerosas huelgas y levantamientos obreros y campesinos. La dictadura de Primo de Rivera reprimió los movimientos obreros que fueron duramente perseguidos. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) fue eliminada de Andalucía. La conspiración andaluza de 1929 puso fin a la dictadura. Como resultado, el republicanismo resurgió en toda Andalucía. La izquierda de ideas republicanas se presentó unida en Andalucía a las elecciones municipales de 1931, donde su triunfo fue total.

El gobierno de la República veía con preocupación la posibilidad de una acción de tipo revolucionario en los obreros y campesinos andaluces. Los conflictos laborales se incrementaron, todos pedían mejores condiciones sociales. A finales de 1932 se aprobó la tan reclamada por lo andaluces ley de reforma agraria. Ese mismo año, en Sevilla se produjo el levantamiento de Sanjurjo contra la República, que resultó un estrepitoso fracaso. La CNT, a su vez, se movilizó contra la que considera república burguesa, a consecuencia de lo cual se produjeron los sangrientos acontecimientos de la villa gaditana de Casas Viejas, que costaron la vida a 21 campesinos y 3 policías. Con el triunfo del Frente Popular en Andalucía, las movilizaciones obreras sufrieron un aumento, bajo la exigencia de una aceleración de la reforma agraria. Cuando estalla la guerra Andalucía tenía elaborado un proyecto de Estatuto de Autonomía. Sevilla fue la primera ciudad andaluza donde triunfó el alzamiento, desde donde los sublevados conquistaron todo el oeste de la región. En 1937 la conquista de Málaga supuso el fin de la actividad bélica en Andalucía. La región quedó dividida en dos partes, la occidental en manos del bando nacional, y la Oriental, que había permanecido fiel a la República. La toma de Almería el 31 de marzo de 1939 puso fin a la Guerra Civil.

La posguerra supuso el inició del fenómeno de la emigración masiva, que tuvo como destinos principales Madrid y Cataluña. La pobreza fue grande en el campo andaluz, acentuada durante el período de autarquía. Los planes de estabilización, como el Plan Jaén (1959), o la industrialización iniciada en 1960, no consiguieron acabar con el atraso de la región. Los últimos años del franquismo coincidieron con el aumento de las protestas sociales y la reorganización de las fuerzas políticas.

La Comunidad Autónoma actual
Tras la muerte del dictador se inició el proceso preautonómico. Se constituyó la Asamblea de Parlamentarios el 12 de octubre de 1977. El 4 de diciembre del mismo año manifestaciones populares masivas a lo largo de toda la región pidieron la autonomía. En enero de 1978, la Asamblea eligió como primer presidente andaluz al socialista Plácido Fernández Viagas. La comunidad se adhirió a la iniciativa autonómica que preveía el articulo 151 de la Constitución. El 28 de febrero 1980 se celebró el referéndum que ratificaba esta vía, día que quedó establecido como Día de Andalucía. La aprobación definitiva del Estatuto tuvo lugar con la celebración de un nuevo referéndum el 20 de octubre de 1981. Ese Estatuto estableció la actual organización institucional de la Comunidad Autónoma de Andalucía. Esta comprende el Parlamento, que ejerce la función legislativa; el Consejo de Gobierno, que ejerce las funciones ejecutivas y dirige la administración, y finalmente nos encontramos con la figura del Presidente de la Junta, que es el encargado de presidir el Gobierno y de nombrar y separar los consejeros. En 1981 se celebraron las primeras elecciones al Parlamento andaluz, con amplia victoria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) (52% de los votos). Fue proclamado presidente Rafael Escuredo, que dimitió en 1984 y fue sustituido por José Rodríguez de la Borbolla. En las elecciones de 1986, el PSOE obtuvo nuevamente la mayoría absoluta, que mantuvo el mismo presidente. Las elecciones de 1990, 1994, 1996 y 2000 volvieron a dar el triunfo a los socialistas, con Manuel Chaves como presidente de la Junta, aunque en las tres últimas ocasiones con mayoría simple. El propio Chaves protagonizó su quinto triunfo consecutivo y recuperó la mayoría absoluta en los comicios autonómicos de 2004.


  El arte andaluz presenta una gran riqueza a lo largo de su Historia. El arte paleolítico nos dejó en Andalucía una gran muestra de arte esquemático y naturalista. La zona de Andalucía oriental vio como se desarrollaban en sus abrigos muestras del arte rupestre levantino. Durante el orientalizante, coincidente con la colonización fenicia, se produjo el desarrollo de la orfebrería, muestra de ello fue el tesoro del Carambolo. En época ibérica, las mejores muestras del arte se dieron en la escultura: Dama de Baza y el conjunto de Porcuna. A los romanos debemos la urbanización de la región, con sus numerosas muestras arquitectónicas, como muestran los restos arqueológicos de Itálica.

Con la presencia romana comenzó la literatura andaluza, el cordobés Séneca fue uno de los escritores más influyentes de su tiempo. La presencia visigoda también dejó su reflejo en la literatura, la figura de Isidoro de Sevilla destaca sobre todos sus contemporáneos. La larga estancia musulmana en Andalucía quedó reflejada en el arte. El período califal nos proporcionó la mezquita de Córdoba y una ciudad de nueva construcción, Medina Azahara. Los almohades aportaron la Giralda de Sevilla. La joya del arte hispanoárabe fue una obra del período nazarí, la Alhambra de Granada. La literatura árabe tuvo a muchos andaluces entre sus mayores autores: escritores como Ibn Hazm y Averroes. Lo tardío de la presencia cristiana en Andalucía hizo que el románico no se desarrollara. El gótico también tuvo escasas muestras, aunque nos proporcionó la catedral de Sevilla (1402). Producto de la influencia del arte árabe fue el nacimiento entre los cristianos el arte mudejar. En el siglo XV la pintura y la escultura comenzaron a cobrar protagonismo, por la influencia de la escuela flamenca en artistas como: Bartolomé Bermejo y Pedro de Córdoba. Uno de los principales humanistas españoles fue el sevillano Antonio de Nebrija.



 
La bandera blanca y verde
vuelve, tras siglos de guerra,
a decir paz y esperanza,
bajo el sol de nuestra tierra.

¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!

Los andaluces queremos
volver a ser lo que fuimos
hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombres les dimos.

¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!

 


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